063 LAS MANOS BLANCAS DE LA NIÑA

LAS MANOS BLANCAS DE LA NIÑA.

Imagen del sitio: https://www.muyinteresante.com.mx/preguntas-y-respuestas/manos-frias-pies-razones/

          Susurra el frío en mi cama. No logro conciliar el sueño, ese que crece con la compañía tenue del calor que brinda la cobija verde; esa enorme que compré a un merolico de feria. 

          Mi intranquilidad y mi ansia están a tope. Sólo pienso en que tipo de mal puedo tener que evita  a mi cuerpo generar calor y así relajarme para lograr el sagrado descanso nocturno. La tos seca se arrastra, rasposa, dentro de tracto faríngeo y sin piedad, como  a las agujas que me pican, que me cosquillean y me obliga a espetar una, dos, tres o más veces, carraspeando algo inexistente. El frío no sale del cuerpo por esta vía y está claro qu ni mi propio calor es suficiente para combatirlo. En resumen, una mala noche.


          Una pregunta me empieza a rondar en mi mundo de ideas, mientras suplico (a lo que sea) superar este gélido momento. 

          En este tiempo, convertirte en un hipocondriaco es sencillamente fácil con ayuda (y en esto si hay consenso médico) del buscador Google, que a golpe de teclado, con una breve búsqueda después de agregar síntomas obtendrás nombres rimbombantes de enfermedades, cayendo sin más en sesgos cognitivos y autodestructivos, pero que te dan la sensación de tener un poco de control de la propia existencia y además te ofrece la fantasía de, supuestamente, puedes entender el complejo lenguaje médico (como si fuera así de simple y fácil). Por lo tanto, llego a la conclusión que es muy probable que mi falta de calor se deba a un hipotiroidismo subclínico relacionado con la temperatura corporal.


          Corre el momento entre mal sueño y una tos con sensación clara de frío. Pero en un momento determinado no sé por qué o por quién, caigo en un especie de reposo y empiezo a soñar. No dejo de toser pero tampoco dejo de imaginar (o empiezo alucinar, como lo dije, no lo sé). Pero estas ideas que me llegan en este estado semi lúcido las pretendo ajenas, como venidas de una fuente distinta, de otra parte o de otra mente.
 
          Con una sensación de dejadez y entre sueños asumo que por fin estoy descansando. Me dejo llevar y pongo mi atención en la idea que me llega, en este sueño que no reconozco como propio; una historia que aún no conozco. Pero en este preciso momento que estoy intentando narrar por escrito, tengo una marcada sensación, desde las entrañas que esta historia debe ser escrita y compartida al despertar de mi precario descanso.

          El frío es el tema principal y la historia, según se me plantea, involucra a un par de niñas. Ellas me muestran la imagen de un cuarto donde hace mucho frío. Una es más grande que la otra. Ambas se muestran agobiadas y es evidente que sufren debido a la inclemencia del clima. 


           Estas imágenes me asaltan tal vez por mi propia sensación de frio, que está dormido pero que sigo sintiendo. Una vivencia que francamente, se me hace difícil narrar.

          Según las imágenes y las sensaciones que me aporta(n), son ellas la que sufren esta inclemencia. Hay una persona adulta en sus imágenes mas bien como una figura que las obliga a estar esperando (y no hay razón aparente ni evidente del Porqué), a pesar de la incomodidad. La niña grande trata de cuidar a la pequeña. Por su tamaño y edad siente la responsabilidad de cuidar a (voy a suponer) su hermana. 

          Las más pequeña es la que ya no soporta el frío. La está matando lenta e inexorablemente. De alguna manera en su inocencia, sabe que pronto va a morir. Observa a su hermana mayor con vista borrosa. Pone sus manos frente a si misma, y se le revela un amoratamiento avanzado en los dedos de sus manos. A pesar de usar guantes, el color rosa ha desaparecido y en su lugar se aprecia un gris, casi negro que abarca sus manos y sus pequeños dedos. La ropa, la cobija, el gorro son insuficientes. Nada la calienta y la vista se le nubla. Se queda dormida y a un minuto de morir, oyen que el adulto llega. Pero ya no importa. La muerte llegó primero.


          Es cuando me explica, a través de mis sensaciones su separación de la vida. Me hace sentir como luchó en contra de este frío que la envolvía. Pero que poco a poco la convencía de dejarse abrazar, de dejarse llevar por él. La última imagen que precisa  es cuando ve a su hermana caminando frente a ella, sin darle atención, caminando para resistir el frío. Se observa a si misma. Por última vez dirige su borrosa mirada a los dedos de sus manitas. Como juego inocente, mantiene su vista en ellas, escaseando poco a poco la luz mientras las observa. Cuando su vista ya no alcanza a percibir algún vestigio y solo cuenta sombras, es cuando al fin decide dejar de luchar y acepta la invitación del frío. La inclemencia de repente ya no quema. Ahora arrulla, abraza, cobija y brinda una calidez nunca presentida.

          Esa sensación gélida en el cuerpo y esa de dejarse llevar, me despertaron. Mi cuerpo ahora estaba sudando. Pero la marca del abrazo de la muerte esta acompañada  por un frío distinto. Como sentir un motor que mientras funcionó generó temperatura, pero al apagarlo, el abandono gradual del calor en el metal es evidencia de que ya no lo hará más después de la sensación de equilibrio térmico. 


          En el despertar, la ultima sensación comunicada (por la niña, por mi barunda, por mi alucinación, cosa que nunca sabré) fue que su historia fuera contada. Una niña que se va del mundo con la imagen de sus dedos blancos y grises, que se le hizo divertido como su vista se alejaba de la luz. La obscuridad la alcanzó y al fin descansó en eso que la aquejaba.-

          Ya no tengo frío. Me desperté, como lo he dicho antes, sudando. Pero la idea de la historia fue tan fuerte, que decidí no apostar a la memoria y arriesgarme a olvidarla. De inmediato tomé el celular y abrí una pestaña en este blog para empezar a escribir. Esa fue la petición de una niña, que sin palabras, compartió conmigo por vía onírica, su última sensación; esa que acompaña al último suspiro. Queda en el caos de mi memoria la súplica, esa que me solicita escriba su experiencia y la comparta.

          He tratado, a pesar de las limitaciones que da mi conocimiento del lenguaje, expresar a cabalidad como el dolor en el último momento dejó de estar presente. Lo resumo ( y queda como intento) en estas palabras: Eso mismo que te va matando, causante de la pesadez en los ojos que los obliga a cerrarse, en un de repente, al otro instante, en el siguiente segundo, te ofrece un dulce regazo donde se siente calor, se presume cobijo y de repente, se alcanza la paz.




*** Jose Luis Arreola


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