062 LA GOTA Y LA PIEDRA DEL RÍO
GOTA Y LA PIEDRA DEL RÍO.
En una inesperada plática, una alumna se queja de las acciones de una maestra. El llanto corre por su cara y le converge en ella una mueca de frustración. Las manos, después de golpear quedito sus piernas, gesticulan un suave pero evidente signo de hartazgo.
Es temprano. La clase de dicha maestra acabó, como la tranquilidad de esta adolescente de prepa. Al ir a buscar ayuda a la coordinación, no encontró refugio ni soporte en la autoridad de la escuela: Aprendió con dolor y sangre una máxima: El sistema educativo está diseñado para que los "Profes" siempre tengan la razón.
Presa del coraje, se desplaza hacia otro espacio, busca extinguir la inundación de emociones que le brota de su joven cuerpo. "¡No tiene derecho!" "¡Que poca madre!" "¡Méndiga Maestra!" son frases que su mente azorada por los hechos recién vividos (y padecidos) le surgen sin límite alguno. No puede evitar que brillen lágrimas, acto que se suma a su andar apresurado, casi corriendo con una mochila al hombro.
El profe la ve entrar al salón y la nota desencajada: No estaba en sus cabales. Su dulce juventud se ve empañada por un gesto de odio. Su paso apurado y la cabeza dirigida al piso no dejan lugar a dudas: Estuvo llorando y algo le sucedió. Se hace presente la pregunta: "¿Que paso?" y los ojos vuelcan un lenguaje húmedo y necesaria se hace la espera, hasta que retome algo del autocontrol perdido. En la compañía de pañuelos de papel, sollozos, guitarra y pupitres escolares, su cara se inflama levemente y con voz trémula menciona su experiencia.
Explica en su lenguaje y entender la infamia sufrida, acontecida en la denominada "zona segura del ámbito educativo": El aula frente al "facilitador de las actividades de aprendizaje". Llora, balbucea, expresando la circunstancia como puede. El profe la escucha. Se da cuenta que el entrenamiento musical tendrá que esperar (como ha pasado en otras ocasiones y con otros alumnos) y cederá el tiempo de la clase a la escucha activa. Cuando el llanto se suaviza, con ayuda de la buena actitud por parte del profesor, este toma la palabra. La mesura, la sapiencia y la tranquilidad fluyen con la metáfora que le comparte.
-Estas palabras - le dice - están dirigidas a tu ser interno, para eso que algunos llaman alma. Son las palabras que no pretenden indicar o dictar alguna solución. Sin embargo, esta breve historia y sus símbolos puedan ser el detonante que, otro pensamiento surja cargado de lateralidad y se convierta con paciencia y un toque de sabiduría en espacio de tu mente donde te ofrezca no sólo un refugio, sino además una nueva forma de ver lo ocurrido y te permita sobrellevar esta experiencia.
Te platicaré sobre la gota y la piedra que desarrollan su vida en un río.
Surge la cara de extrañeza en su joven rostro. Pero la metáfora continua.
-Una gota en el río es única. Puede parecer similar a otras gotas que viajan con ella y juntas logran un caudal. Todas se viste con colores y formas que en su habitad natural encuentran mientras transcurre el tiempo de su paso. Cuando se una a otras gotas, es parte de corrientes más rápidas formando remolinos, cascadas, lluvia o y en algunos momentos es parte de algún bello arcoíris.
Su particularidad, su tema, su nota vibracional es EL MOVIMIENTO.
Su constante ir, fluyendo sobre y junto a otras gotas es lo que le da sentido a su vida. Sólo se deja llevar a su destino, sin causa aparente ni efecto visible: Sucede y sigue. Alegre va siguiendo y siendo parte de el gran cause.
Ahora pongamos atención a la piedra. Es fuerte y algunas veces muy grande y vieja. Es por esa razón que prefiere la quietud. Su tónica es la INMOVILIDAD.
Aunque a veces (cosa que no le agrada mucho) el flujo es fuerte y logra empujarla, pero su momento más deseado es cuando no se mueve y con su cuerpo logre desviar el flujo.
Su deporte preferido y del cual se siente orgullosa es ser obstáculo del flujo. Sencillamente ¡Le encanta! Para ella no hay nada mejor. En la relación con el líquido en movimiento, le gusta cuando logra desviar el causa y con esto desviar gotas que al estrellarse con ella, salen disparadas hacia distintos lugares del hábitat.
En algunos casos, alguna gota se estrella contra la piedra pero al rebotar no se sale del flujo. Pero en algunos casos de menor fortuna, alguna otra caen fuera del cause, a veces sobre la tierra, a veces quedan atrapadas en algún nido de raíces o adornan algún nido de araña o de plano en las hojas de alguna rama o brazo de un árbol cercano.
Hay que hacer notar que una que otra gota fueron impetuosas y pretendiendo la defensa de su derecho, o por búsqueda de justicia se estrellan a propósito contra la piedra, no logrando nada de momento, haciendo un admirable pero no menos inútil esfuerzo. Muchas se desgastan en ese juego perverso. La piedra sólo ríe, cucando a más gotas para lograr desviarlas y hacerlas volar más ella del camino acuoso.
Sin embargo hay otras que ya se dieron cuenta de las intenciones de la piedra y con eso se volvieron astutas. Estas gotas, en vez de buscar afuera de la piedra, se observaron a si mismas y descubrieron la promesa de un destino, el sueño de pertenecer a algo mas grande: Ser parte de mar. Y al ver el obstáculo de la piedra sencillamente la evadieron, la evitaron o le dieron la vuelta. Su meta es mayor. Su sueño es más grande. Su anhelo es superior y mágico.
La gota saltará al mar. Viajará lejos y en el ciclo, subirá a las alturas, impoluta y sabia, olvidándose de las piedras que evitó en su andar. Estas últimas satisfacen su pereza con desviar un poco el cause o con su inmovilidad desviar gotas a superficies calientes y perezcan con el sol. Pero hay algo que jamás va poder apreciar: Ser parte del mar, disfrutar la puesta del sol todos los días y ser parte de las alturas.
Deja entonces a las piedras y sus legados. Sigue el propio, el que suena en tu corazón. Aquel que te acompaña al amanecer al inicio del día y te ayuda a descansar llegada la noche. Mantén tu atención en ese sueño, en ese anhelo. Mientras tanto, evita cualquier piedra. Ellas no se moverán hasta convertirse en arena y tal vez de esa forma pequeña, se conviertan en parte del mar pero nunca de los cielos que le acompañan y le adornan.
No lo olvides. La gota está de paso. Es la unidad vital, base de la regeneración del gran ciclo.
La piedra sólo la ve pasar. Sólo puede pretender a la gota desviar y algunas veces retrasarla en su andar, pero mucho no logrará. Ella está destinada a quedar por milenios, en el mismo lugar.***
José Luis Arreola Hernández
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